quarta-feira, 26 de julho de 2006

Lembrando que Lardeau quase escreveu um livro sobre Cimino para a editora dos Cahiers

Nagisa Oshima, Pier Paolo Pasolini, Rainer Werner Fassbinder, estos tres cineastas imprimieron su huella en el cine de los años setenta y es probable que esta década pase a la historia del cine como la suya. Gishiki, Porcile, Die dritte Generation, Deutschland im Herbst, Oshima, Pasolini, Fassbinder: los tres proceden de países que han engendrado el fascismo y perdido la guerra. Los tres son cineastas de la no reconciliación, del rechazo del olvido. Los tres han llevado a la pantalla el desgarro interno de las familias, la rebelión de los hijos contra los padres y la imposibilidad de estos padres de mantenerse en su papel después de tantas atrocidades cometidas en su nombre durante la guerra. Los tres critican tenazmente en su obra la negación del pasado, base sobre que la Alemania, Japon o Italia reconstruyeron su industria e instauraron los principios democráticos de gobierno. Los tres han visto en esta negación, en el hipócrita silenciamiento del pasado, el fracaso de la democracia venidera, el escollo en el que ésta habría de tropezar, incluso antes de su restablecimiento: la mayoría se somete dócilmente a las reglas de la democracia, porque le han dicho que ése es el camino del bien, igual que anteriormente se había sometido ciegamente a la caprichosa voluntad de un déspota. En ambos casos, el poder es exterior, trascendente y arbitrario. Oshima, Pasolini, Fassbinder, los tres han visto, en esta aceptación dócil del orden dominante, al mismo tiempo una amenaza permanente para la democracia y una promesa tácita de retorno, si no del fascismo propiamente dicho, al menos de una sociedad totalitaria.

Mamma Roma, Seishun Zankoku Monogatari, Liebe ist kälter als der Tod, Götter der Pest, las obras de Fassbinder, de Pier Paolo Pasolini y de Nagisa Oshima comienzan igualmente con la descripción de los bajos fondos. Ya sea la miseria de la prostitución, ya la ira y la desesperación del proxeneta, la soledad del trabajador inmigrante griego, turco o italino en Alemania, coreano en Japón, procedente de Friuli en los suburbios de Roma, los tres han criticado la sociedad, han expressado su rebelión fuera de los caminos trillados de la lucha de clases, no según el esquema clásico del proletariado contra la burguesía, sino a partir de la marginación, de las minorías, de los rechazados y de los excluidos de la sociedad - del lumpenproletariat -, y han denunciado una sociedad cuya cohesión radicaba en el rechazo, en el odio exacerbado al Otro, en cuanto éste era distinto por su origen, du conducta o su sexualidad.

Los tres son cineastas del deseo, a la vez como pulsión, como energía y como determinación, contra el que viene a romper, a encallar, cualquier norma social. Los tres han visto en el deseo un doble límite a la sociedad, a la vez como expresión radical de la subjetividad y como violencia natural, como fuerza destructora, como potencia aniquiladora de la sociedad que ésta ha de reprimir para poderse desarrollar. Oshima, Pasolini, Fassbinder, los tres han filmado el deseo en su relación con la norma, en su carácter irreductible frente a esa norma - como potencia de la negación (
El imperio de los sentidos, Desesperación). Los tres han articulado el fascismo con el deseo, han visto en él una forma específica, patológica, de la perversión de la ley. El fascismo es consecuencia de la negación del deseo, de que se reniegue de él por pánico, de su retorno en forma negativa, mortífera, totalmente vuelta hacia la destrucción del Otro y, a través del Otro, de uno mismo.

Para Griffith, Vidor, Ford o más recientemente Cimino, la Historia es resultado de la lucha en defensa de unos ideales y de trayectorias individuales. Para Eisenstein, para Brecht, para Lang y, más recientemente, para Jean-Marie Straub, es fruto de la lucha de clases, de un enfrentamiento de masas. Para Vertov, para Rossellini, y tambiém para Jean-Luc Godard, es consecuencia de un conflicto entre una incomunicación, un malentendido fundamental entre los seres humanos, y una comunicación generalizada, planetaria. Para Nagisa Oshima, para Pier Paolo Pasolini, para Rainer Werner Fassbinder, nace de um rechazo del Otro, de una tendencia de la sociedad a organizarse en castas y de un agujero abierto en este sistema por la energía incontrolada del deseo, lugar geométrico del sujeto. Nagisa Oshima, Pier Paolo Pasolini y Rainer Werner Fassbinder encarnan en el cine el último proyecto original, coherente, consecuente y logrado de una visión de la Historia, el último intento de un cine que cuestiona la sociedad.


Yann Lardeau, Rainer Werner Fassbinder

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